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martes, 22 de mayo de 2012

21 días sin rabiar... (glups)

El otro día, al hilo de una cosa que había publicado en Facebook mi amigo Juanillo, me acordé del programa ese que se llama "21 días", donde una reportera las pasa putas durante tres semanas, porque nunca hace cosas que molan, como "21 días comiendo bocaditos de nata" o "21 días vagueando en la playa" o "21 días haciéndote unas risas bárbaras". Qué vaaaa, lo suyo es siempre horroroso, pasando hambre, frío y montones de calamidades. Así que pensé alguno más o menos horrible, que pudiera aplicárseme a mí. Por ejemplo, "21 días lamiendo sellos". Lo descarté, porque sólo de pensarlo se me secó la lengua.
Otra idea que abandoné fue "21días revisando presupuestos", que tuve que leerme tres para el cambio de luces de la escalera y acabé soltando denuestos. Igualmente rechacé "21 días copiando El Quijote a plumilla", más que nada para no quitarle mérito a Ignacio Calvo, que lo tradujo al latín macarrónico; "21 días con diarrea" me pareció horrible y "21 días cantando jotas groseras" podía ocasionarme algunos problemas con los vecinos y no era el caso.
Total, que acabé por elegir el reto que habéis leído enel título, que parece inofensivo, pero no sabéis lo complicado que resulta.
Porque, en serio ¿habéis intentado pasar más de una hora sin rabiar? ¿Que sí? No me lo creo.
Imaginad, por la mañana, cuando suena el despertador a impías horas. Pues, en vez de "coñocoñocoño" os toca decir "oooh, qué día tan fermoso se nos presenta". O, por lo menos, algo así como "vaya, con lo bien que estaba yo durmiendo"... Pero nada más porque, como sigáis por ese lado, empezaréis a rabiar desde bien tempranito.
Luego, al meter el billete en el torno del metro y comprobar que se ha desmagnetizado y no chufla, os toca decir "¡Cáspita!", en vez de "mierdaaaaaa, que llego taaaardeeee" y cuando el único asiento libre del autobús es el del chicle pegado, tienes que decir "menos mal que llevaba un klínex", aunque sea mentira... y no lo lleves.
Y ¿qué hacer cuando te endiñan seis o siete marrones en el curro? Pues, hala, te toca pensar que, al fin y al cabo, estás allí para eso y, si no, te hubieras hecho obispo y estarías echando bendiciones. Así que te pones manos a la obra con rapidez y diligencia. ¿Os suena? Pues claro que no, hombre, cómo os va a sonar, ni a vosotros ni a nadie...
Lo mismo pasa cuando cogéis el coche y os hacen una pirula. Por carretera, con que te agarres fuerte al volante y grites "¡¡¡aaaaaaaaaah!!!" tienes bastante, que un susto del quince no es un cabreo y está permitido. Si la de Perico, el guarro, la sufrís por la ciudad (en una rotonda, por ejemplo), podéis dedicar unos segundos a aplaudir al perpetrador, con ese gesto sonriente que compone la reina de Inglaterra en el teatro... Pero sin pasaros, para no caer en el recochineo.
Las disputas familiares, se pueden saldar con una buena calle a la que puedas salir a pasear. Coges la puerta, cierras delicadamente y hala, una vueltecilla, entonando alegres canciones como "la patatera, vende patatas...", o reproduciendo ruidillos de animales. Vacas, gatos y pájaros son los más fáciles: con los mugidos sustituyes la célebre expresión "Señor, dame paciencia", maullando asumes el papel de víctima desprotegida y puede que alguien te coja bajo el brazo, te lleve a su casa y te dé un platito de leche. Píopíopío puede servir para indicar que no eres culpable de que otros anden por ahí cabreados o para alegrarte por la llegada del buen tiempo... Para otros casos más graves, los balidos pueden funcionar. Quedan prohibidos ladridos (guaguaguaguau - denotan mala leche -), rugidos (grrrr - esto es rabiar, pero bien) o los gritos de las aves de presa (iaaaaaaaaaa - a continuación hay que soltar un guantazo para rematarlos y entonces habréis perdido, snif).
Por supuesto, necesitaréis de una gran fortaleza de carácter para acercaros a los informativos y la prensa escrita, porque vaya la que está cayendo, cuesta encontrar una forma de no rabiar con las cotizaciones de bolsa, los traspieses de la política propia y ajena y las pajas mentales de algunos... Los ruiditos de animales pueden ayudar otra vez, sobre todo "miauuu", con el sentido ya explicado arriba y "muuu", en este caso en tono interrogativo, os servirá para manifestar sorpresa. Lo mismo os servirá el ya célebre "jaaaarl", da mucho juego.
Una cuestión aparte: tendréis que esperar a entregar la declaración de la renta, antes de poner en práctica estas sencillas normas, por razones obvias que no es necesario explicar aquí (buaaaa no es rabiar, es llorar, que conste).
¿Me decís que es imposible? Pues puede que no lo creáis, pero yo llevo ya la friolera de casi ocho días sin rabiar. Ñeñeñeñeñeñe (y esto no es rabiar, sino intentar que lo hagáis vosotros). No sé si llegaré a completar las tres semanas, que nadie está libre de soltar, de repente, largas listas de denuestos al tiempo que muerde las espinillas de alguien en el metro. Pero oye, estos días he conseguido que no me suba la tensión, posiblemente habré engordado unos cuantos kilos, que comerse unos bombones también ayuda a no rabiar y, casi seguro, habrá por ahí gente que se piense que soy lela (quién sabe, a lo mejor no andan descaminados), sorda o ambas cosas.
Pero yo, inasequible al desaliento, aquí estoy, no especialmente más feliz, pero sí mucho más tranquila. Que nos pasamos la vida rabiando y eso, estaréis de acuerdo conmigo, es un estrés y un sinvivir.

domingo, 13 de mayo de 2012

Operación biquini

Todos los años, al llegar estas fechas, me encuentro en la misma incómoda situación, todo por culpa de las "remalditas" vacaciones veraniegas. Cuando era pequeña, porque me daba una rabia horrorosa ver los anuncios de la gente en la playa, tomando el solecito y tan contenta, mientras a mí me quedaban siete exámenes. Ahora, porque oigo la consabida expresión "operación biquini" y me pongo de los nervios. Hoy mismo, tengo puesto el telediario de no sé qué cadena y empiezan con la gaita. Lo primero que sacan, un puñado de gordos peludos haciendo "spinning". Pero bueno ¿es que estos tíos se van a poner, relamente, un biquini? Mira que lo dudo. ¿No sería más honesto denominarlo "operación morsa"? Así estaríamos todos incluídos, sin distinción de sexo o tipo de traje de baño que usamos. Porque yo, si mal no recuerdo, hace unos cuantos siglos que no gasto biquini... Creo que podría contar las veces que me he puesto uno.
Y con razón, porque siempre que he cometido ese enorme error, ha habido algún gaznápiro con una cámara de fotos a mano para inmortalizar un momento tan terrorífico. Por ejemplo, en un viajecillo a Creta, me encontré con que no se me habían secado los bañadores y tuve que colocarme la prenda de marras para darme un remoje en la playa de un sitio que se llamaba algo así como "Malia" (no recuerdo cómo se escribe, ni falta que hace). Yo pensé "bueno, estamos en Grecia, no me he encontrado todavía a nadie de Horche - que sería lo lógico -, pues vamos a hacer un poco el ridi sin consecuencias". Jajá. Resulta que la arena estaba tan caliente y nosotros tan lejos del agua, que había que echar una breve carrerilla si querías conservar los pieses, tanto a la ida como a la vuelta. Así que allí estaba yo, haciendo saltar mi tonelaje por una idílica playa mediterránea, muy feliz por no ser una famosa que tuviera detras una recua de "paparazzi" o como se escriba que pudieran captarme en una situación comprometedora...
Qué poco dura lo bueno. A la vuelta de nuestro viaje nos intercambiamos unos cuantos cedés con las fotos y, al cotillear el que me había pasado mi amigo Jose, ahí estaba, "la (oronda) sirenita", con su biquini de rayas, como Eva María, pero en gordo, con una cara de estar a punto de decir "¡iejeeeeeee!", en vez de "¡ay, quémaaaa!". Pero qué jodío y no me había dicho nada, el muy malvado.
Desde entonces se la tengo jurada y confío en verle con una pinta redonda y ridícula. Lo malo es que, como pesa unos cuarenta y siete kilos, dudo que lo consiga en los próximos lustros y, para entonces, ya le habré perdonado su cabronada. En el fondo soy muy buena y así me luce el pelo. Snif.
Bueno, creo que me estoy yendo por las ramas.
Volviendo al reportaje de la tele: te dicen, con muy buen criterio, que tienes que empezar a practicar ejercicio frecuente, ordenado, supervisado y no sé cuántas cosas más, el mismo día que guardas el bañata hasta el año siguiente. Un par de horas corriendo, otra de aerobic y una de clavo para estirar las "piennas". Al mismo tiempo, debes iniciar un régimen de comida sanasanísima y, por supuesto, muy poca. Y evitar el consumo de alcohol, que aprovechan cualquier momento para prohibirte las cañejas. Y que no fumes, que te deja la piel hecha cisco. Más los masajes anticelulíticos, untarte no sé qué potingues que aseguran "estar testados en mujeres" (¿cuántas?) y dar mejores resultados que otras cremas de más de 150 euros. Pero bueno, con la que está cayendo ¿quién cojones se gasta 150 napos en una crema?
Total, que pasas un invierno de puta pena, te gastas lo que no está en los escritos en gimnasios y cremas y yo qué sé qué más, para lucir un dudoso tipín. Y digo dudoso porque todos, en el fondo, somos de los que "no, si yo no como mucho, es que tengo el metabolismo lento" y al final, después de tanto esfuerzo, has conseguido bajar dos kilos, en vez de los veinte que te sobran, tienes tendinitis hasta en las orejas por hacer el burro en el gimnasio, déficit de vitaminas por no comer más que mierda y, el día que te hartas, te pones hasta el culo de birras, porque las echas de menos, después de un montón de tiempo sin catarlas. Encima, te las tomas con unas tapitas que no son, precisamente, de acelgas.
Y todo esto, en mi caso, para los cuatro (y los tengo bien contados) días que vas a la playa o la piscina y que te pasas debajo de la sombrilla, embadurnada en crema factor 60, que luego ni se nota que has ido, ni nada. Para colmo, como estás un poquillo en penumbra, notas claramente lo mal que te has hecho la cera, que te quedan pelos por todas partes.
Vamos, que ahí estás, gorda, peluda y pringosa, mirando con envidia a todos aquellos que, pasándose el tema de la operación biquini por el forro, se animan a pasear sus lorzas ante quien esté dispuesto a mirarlas y ahí se las den todas.
Por eso prefiero veranear en mi pueblo, porque a la piscina sólo van niños pequeños que están a otra cosa, no a tus kilos. Que tratar de seguir las normas de la "operación biquini" no sólo es inútil, sino también un estrés y un sinvivir.