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jueves, 23 de febrero de 2012

Las maravillas del transporte público

Siempre que cojo el bus para ir a trabajar, lo que me sucede con bastante frecuencia, porque es mucho más barato que llevar el "bisho", pienso la cantidad de gaitas que me toca soportar y la mansedumbre cuasi bíblica con que las sobrellevo. Supongo que algo tendrá que valer con vistas a la salvación de mi alma (quien no se consuela es porque no quiere).
Lo primero de todo, la posibilidad de que te claven de más en el billete. Porque, a las impías horas en que yo me voy al curro (las siete), la taquilla no está abierta. La primera en la frente, tienes que hacer uso de toda tu inventiva (y mira que yo soy peliculera) para conseguir un billete.
Resulta que, como es principio de línea, el conductor no te vende billetes, porque luego no le queda dinerillo para dar el cambio a los que se suben en otras paradas. ¿Podría entenderse eso como un caso flagrante de discriminación por razón de parada? Ignoro si existe esta figura jurídica. ¿Alguien puede aclararme el asunto?
En fin, si tienes abono transportes, pues todo solucionado (vamos, eso dicen). Y si no lo tienes, existe la opción de la taquillera cibernética, que es una maquinilla expendedora que, si tienes suerte, da cambio y si no, se lo pides a alguien que no te lo dará, porque se quedará sin él para sacar sus propios billetillos. Vas a la especie de cafetería y le lloras un poco al camarero y, si te enrollas lo suficiente y te tomas un café, consigues monedillas y asunto concluído.
Lo malo es que tengas un abono transporte que no llegue hasta donde quieras ir. Por ejemplo, que sea de la zona B2 y tú vayas a la B3. Cuando hay taquilleros humanos, enseñas el trasto y dices, por ejemplo: "voy a Meco" y te dan un billete desde el último pueblo al que te lleva tu abono hasta tu destino. Cuando la taquilla está cerrada, sencillamente te jodes y pagas billete entero. Pues vaya mierda.
Vosotros diréis, si quieres ir a Meco, ¿por qué tienes abono sólo hasta San Fernando? Pues coño, porque no siempre vas a Meco, pero sí a San Fernando. Le cuentas tus penas a la máquina y ella guarda un indignante silencio. Y menos mal porque, de poder hablar, te diría "debe dirigir sus quejas a la oficina de digas lo que digas te va a dar lo mismo". Será bruja.
Bueno, ya tienes tu billete, te hayan timado o no. Ahora se supone que puedes subir a tu autobús y largarte con viento fresco... Pues no, so impaciente. Todavía te toca pasar por unas cuantas pruebas más.
Por ejemplo: imaginad que tenéis que ir a Meco con una maleta. Pensáis, "el autobús tiene portaequipajes, yo tengo equipaje, yo subo al autobús, yo pongo maleta en portaequipajes, yo Tarzán, tú Jane", digo no, lo último no lo tengáis en cuenta... Lo que sí tenéis que tener en cuenta es que el maletero SIEMPRESIEMPRESIEMPRE está cerrado. ¿Por qué? Porque nadie lleva maletas a Meco. ¿Y por qué no las llevan? Pues porque es una tontuna, que tampoco está tan lejos como para tener que llevarte un pijama, cuatro mudas y tres camisetas con logos chorras.
Total, que intentas abrir el compartimento, no puedes, se te pone cara de gilipollas, vas a la puerta y le dices al conductor "por favor, abra el compartimento de equipajes", vuelves, él te abre y dejas ahí tu pobre maletilla, sola, triste, abandonada en un espacio vacío (snif).
Mientras, la cola de gente ha seguido avanzando y te quedas la última para subir en el autobús, después de haber estado esperando, como una jabata, durante un montón de tiempo para entrar de las primeras y poder optar a asiento sin chicle pegado. C'est la vie.
Llega la tercera parte: súbete a un trasto que está elevado varios metros por encima del nivel del mar, digo del suelo de la estación. Que las escaleras de acceso parecen las que suben a la torre del castillo de Manzanares el Real, sólo que no son de caracol, ya sería mucho cachondeíto. ¿Habéis intentado trepar por esos escalones llevando una falda estrecha? Yo no, porque la última vez que me puse falda fue en el 2002, pero he visto a gente con ese problema y os aseguro que culminar con éxito esta nueva prueba no es nada fácil, a no ser que quieras enseñar las bragas o que se te rompa alguna costura y pases un día horroroso en Meco (claro que para eso llevas la maleta, algo podrás ponerte).
Vale, ya has subido y, si no has tenido que perder el tiempo tontamente con la expendedora, porque tienes un abono transportes que sí te lleva hasta tu destino, ahora te toca entablar un absurdo diálogo con la validadora, diabólico artilugio que, o bien rechaza tu billete (¿por qué no le gusta, inquiero, acaso es feo?), o bien te lo escupe (¿es que sabe mal? Pues no habértelo comido primero), te gruñe con extraños pitidos (probablemente 3PO pudiera traducir lo que te está diciendo) o decide mostrarte en pantalla, en vez del consabido mensaje "billete válido" una serie de ideogramas chinos que lo mismo te están mentando a la madre y tú no te enteras.
Al final no sabes si has validado tu "título de transporte" correctamente o qué demonios has hecho durante un buen rato. Pero consigues entrar porque el conductor se pone de los nervios de verte hacer el tonto, tras haber subido la escalera como si fueras paralítica y te dice "puede usted pasar.. so plasta" (lo último no lo dice, pero seguro que lo piensa).
Ahora te toca localizar, como ya decía antes, un asiento que no tenga un chicle pegado porque, en caso contrario, te tocará cambiarte otra vez de ropa al llegar a Meco (menos mal que traías equipaje). Te sientas y buscas el cinturón de seguridad, porque una lucecita insidiosa te asegura que debes abrochártelo... si es que lo encuentras, porque suele estar escondido en alguna grieta como las que, en los sofás, se te tragan las monedas y los bolis.
Lo encuentras, te lo abrochas y... ¡Síiiiiiii! ¡Habéis acertado! ¡No vale para nada! Porque es tan bajo que sólo te sujeta parte de las piernas y, además, en caso de frenada no evita que te comas el respaldo del asiento delantero y te esmorres. Qué guay, otra estupidez más, a la que hay que añadir que el respaldo es muy bajo y piensas que, si en un frenazo te vas a hacer una fantástica ortodoncia gratuíta con el de delante, con el retroceso te dejarás las cervicales tan monas ellas. No está mal, ya puesto, rematamos la jugada...
Crees que has capeado todos los problemas y has conseguido salir airosa, pero no cantes victoria tan pronto, forastera. Ahora intenta leer durante el viaje y descubrirás que la lamparita, cuando funciona, siempre está muy lejos, así que, mientras tú te dejas los ojos al intentar leer tu librillo (algún abtruso tratado de física cuántica, por ejemplo - es coña -), el que va en la fila de delante se caga en tus muelas, porque está intentando dormir y la puñetera luz le deja ciego.
Como eres optimista, confías en que las maldiciones que te está lanzando no harán efecto... y en que se baje pronto, para que no te dé cargo de conciencia joderle la siesta. Te pones a leer y hala, to p'alante.
... Siempre que no haya un atasco curioso y, con tanto frenazo y el tostón que es el libro que lees, te entren ganas de potar, que todo es posible.
Pero, como dice una amiga, no hay atasco en este dojo. Voy a llegar a mi destino tan felizmente, después de haber superado, una por una, todas las pruebas que las empresas de transporte ponen para comprobar la fidelidad de sus clientes. Ahora me toca darle al botoncillo para que me pare. Y claro, el botoncillo no chufla, no iba a resultar tan fácil. Tienes que gritarle al chófer "¡¡¡Eh, jefe, me pare, por favor!!! y consigues despertar a todos los durmientes a los que no llegaba el radio de acción de tu lamparita.
Ya está casi conseguido. Bajas a saltitos, para que no se te vuelva a romper la falda. Le haces al autobús "asín" con la manita, deseando no volver a verlo nunca más... Hasta que descubres que no cogiste la maleta...
Vosotros mirad bien cuando vayáis por la carretera, si alguien va corriendo como un poseso detrás de un autobús de línea, entre Meco y Guadalajara, pensad que podríair ser vosotros... Al menos, yo lo hago. Porque son ya muchos años con esta absurda rutina y sé perfectamente que viajar en autobús de línea es un estrés y un sinvivir.

4 comentarios:

  1. Una cosa, bueno dos, la primera que hasta Meco no te da ni a ti tiempo a estudiar física cuántica, ni al de delante a dormir una mierda, así que no protestéis ninguno de los dos, y la otra que con esta propaganda que haces tol mundo quiere ir en su propio coche y uno, si va a Madrid de compras o a misa, por ejemplo, no se puede tomar unas birritas porque luego tiene que conducir, y eso, no poder celebrar lo que sea, eso sí que es un estrés y un sinvivir.
    No obstante, tengo que reconocer que llevas más razón que una santa.

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  2. Es sorprendente el papel que el transporte público desempeña en la prevención del alcoholismo. Me has abierto los ojos, como siempre, oh, hermana. Pero discrepo en lo de dormir y leer. Yo he llegado a dormirme antes de que el autobús saliera del túnel de Avenida de América; y en cuanto a leer, me he ventilado esta mañana casi treinta páginas (y en inglés) y yo me bajo antes... Poco sueño o libros muy rollos. Y no soy la única (al menos, en cuanto al dormir). Alguna vez he oído estentóreos ronquidos y espero que no fuera el conductor...

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  3. Habla la que no se ha dormido en un transporte público en la vida, pero sí que me he leído cosas de lo más raro. Un factor se te ha olvidado querida Elena, y es que en un autobús dejan subirse a cualquiera, aunque no cumpla las más elementales reglas de higiene personal, y cuando te vas a pasar un rato largo, hasta Meco o hasta Barcelona, sentada al lado de alguien, no digo yo que todo el mundo huela a Axe pero como mínimo que no huela a "me estoy poniendo mala".

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  4. Ah, qué gran verdad. Creo que hablé un poquillo del tema en mi entrada sobre la ley "anti sobaco", pero nunca está de más recordarlo, porque a mí, esos fermosísimos perfumes que se pulveriza la gente hasta en el páncreas me dan un asma que te cagas. ¿Y qué decir de quien viaja con niño gratis, porque no ocupa asiento, ya que cuenta con sentarlo en el tuyo? Menuda cara se les pone cuando ven que tiene ya bicho y tienen que llevarlo en brazos durante horas y horas. Una vez me tocó volver desde zamora con un zapatito del 16 incrustado en el hígado. No fue muy confortable, pero descubrí lo paciente que soy, que no mandé a la madre al cuerno...

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