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jueves, 7 de octubre de 2010

¿Llueve siempre que lavo el coche?

Esta tarde, al volver del curro, el cielo madrileño ha soltado un espurreo de gotas (no más de diecisiete), que no han llegado ni a tocar el suelo, pero que han cumplido a las mil maravillas su siniestro objetivo: engorrinarme el parabrisas del coche.
Creo que esto es algo inherente al homo sapiens motorizatus y siempre se produce en el mismo orden: coche lavadito, chaparrón, pringue, juramentos. Jaarl.
En fin, que cuando he entrado en el garaje tenía el cristal tan blanquito, oye, que no se veía ni torta. Hubiera sido un buen momento para pegármela contra la consabida columna y achacar el desastre a la falta de visibilidad y no a mi bien conocida torpeza al volante (sí, esa que va pisando huevos delante de vosotros por la autopista, soy yo).
Mientras aparcaba, ha venido a mi mente la frase habitual: "Ya estamos, siempre que lavo el coche, llueve".
La maldición de la lluvia afecta a todos por igual, no distingue edades, sexos o condición social. Pero debo confesaros un secreto: en realidad, yo soy inmune a ella porque ¡nunca lavo el coche! No es un consuelo, porque se me empuerca igual pero, al menos, no me he gastado tres boniatos en el túnel de autolavado para luego cagarme en las muelas de la sempiterna nube cabrona que persigue a los conductores.
Hace unos años, una amiga nos llevó a dar una vuelta en su estupendo bólido, precioso, oye. Estaba impoluto y cuando le pregunté "¿es nuevo?". Ella me contestó "ya te digo, cinco lavados". Qué casualidad, los mismos que el mío... sólo que el mío tiene siete años.
Lo llevo a lavar únicamente cuando el volumen de mugre es tal que los niños dejan de escribirme lo típico de "guarro, lávalo (a veces lo ponen con b y todo) que no encoge" y pasan a amasar figuritas con el barrillo. El invierno pasado, lo dejé una noche en la calle y al levantarme por la mañana me habían modelado un belén en el capó, no es coña. Bueno, sí es coña, pero si os imagináis un coche realmente sucio, probablemente esté más limpio que el mío.
Esto supone varias ventajas:
En primer lugar, nadie recuerda nunca de qué color es. Lo cual te viene muy bien si, de repente, te aburres de la tonalidad que elegiste. Siempre puedes decir que es verde, cuando realmente es rojo, porque nadie lo ve, la caca se lo impide.
Además, la porquería acumulada ejerce una función protectora. Yo, desde luego, tendría muchos más arañazos si lo llevara limpio. En cambio, las ya mencionadas columnas del garaje, están de color negro de cada vez que me rozo con ellas. Seguramente, si le diera un testarazo a algún otro coche por la calle me delataría el cerquillo de mugre que dejaría atrás, en vez de la mancha de pintura.
Otra ventaja es que los rayajos que ya tienes ¡no se ven! Cualquiera que te vea pensará que tu bólido es gris metalizado y que, además, eres una conductora divina de la muerte, que nunca le hace ningún bollo ni nada.
Total, que todo son ventajas. Yo no sé por qué andáis gastando los cuartos en limpiezas, si va a llover en cuanto salgáis a la calle.
Porque no me creéis, pero intentar mantener el coche limpio es un estrés y un sinvivir.

3 comentarios:

  1. No creo que esté mucho más sucio el tuyo que el mío por fuera. Pero de lo que sí estoy seguro es de que no hay nadie con el coche más guarro y con más cosas dentro que el mío. El otro día, apareció en el maletero una venda de la momia de Tutankamón. Los arqueólogos deberían estudiar qué coño es eso negro que hay en mi guantera. Porque yo no me atrevo a abrirla.

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  2. Eh, a ver el campeón de la guarrería por dentro, tú es que no has visto el coche de mijito el pequeño, no digo su nombre para no avergonzarle, pero lo estamos usando ahora sus sufridos padres y el primer día, al intentar salir cuando habíamos llegado a nuestro destino, me di cuenta de que la mugre me llegaba por las rodillas, era bazofia movediza, me parece que en un campeonato, habría un sabroso empate.
    Lo dicho, un estrés y un sinvivir.

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  3. Eso es lo mismo que lavarse el pelo o aun peor, que ir a la peluquería. En Zaragoza, donde vivo, llueve de higos a brevas, y yo voy a la peluquería con la misma frecuencia, pues basta que vaya para que se desencadene la tormenta más apocalíptica en el preciso instante en el que salgo de la misma. Es o no es un estrés y un sinvivir?!
    Me gustaría mucho que mi coche estuviese limpio, pero desde que mi hija de 5 años aprovecha los trayectos para merendar, u otras cuestiones similares, podemos encontrar migas, botellas de agua a medias, toallitas, imanes de algún juego, cuentos tirados, una barbie o dos, y en fin, que cuando alguien se sube tienes que dar las pertinentes explicaciones y lo que se deduce es que si pretendías parecer la mujer profesional y preparada que parecías hace un rato cuando salías de la conferencia correspondiente y te ofrecías, en medio de la lluvia, a llevar a alguien, ahora pareces una madre agobiada, normal y corriente, con un coche hecho un asco y sin remedio. Porque aunque lo laves, a los hijos no los puedes "lavar".....

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